lunes, 15 de diciembre de 2014

Sobre memoria institucionalizada (cosificada) vs. recurperación de la memoria histórica por un pueblo...

La memoria histórica de un pueblo como el español ha sido silenciada (ni siquiera cosificada en forma de museo). Cuando se decide recuperar la memoria (en este caso de la terrible Guerra Civil), es inevitable el dolor y la tristeza; sin embargo, es mejor recordar que olvidar, pues olvidar le conviene a los que detentan el poder y recordar es un arma de consciencia. ESTE TEXTO ES MUY CLARO AL RESPECTO: " Mi más sentido homenaje a todos aquellos que fueron arrebatados cobardemente de sus familias, torturados, vejados y finalmente asesinados por haber cometido el “crimen” de defender la libertad, la legitimidad de un gobierno elegido democráticamente. Víctimas algunas que pudieron ser encontradas por sus familiares pero que otras muchas continúan desaparecidas en los cientos de fosas comunes, las fosas del silencio, esparcidas por toda la geografía española. Pero ambos, encontrados y desaparecidos, tienen algo en común que duele aún más: el ser enterrados dos veces. La primera tras sus asesinatos y, la segunda, al estar sepultados en la memoria de todo un pueblo.   
Recuperar la memoria histórica no consiste en conocer fechas o datos, no es coger una pala para desenterrar una hebilla o un botón. La memoria histórica es otra cosa. La historia de un pueblo no es lo que ese pueblo ha vivido, sino lo que ese pueblo recuerda y cómo lo recuerda. Por ello, la memoria histórica es un recuerdo colectivo, es no olvidar lo aprendido, muchas veces con sangre, en el pasado para no cometer los mimos errores en el camino hacia el futuro. Pero, si el recuerdo no incluye una visión de conjunto, una reflexión serena sobre las circunstancias que causaron o motivaron los hechos del pasado, ese recuerdo puede convertirse en un velo que nuble el buen entender.     De entrada hay dos tipos de memoria histórica, dos sujetos colectivos: la de los pueblos y la de las clases dominantes. La memoria de los débiles, de los oprimidos, es muy peligrosa, pues recordar que un día fuiste libre es peligroso para el que se aprovecha de tus cadenas. Por eso prevalece la memoria de los poderosos; para ellos no es necesario determinar los hechos históricos ya que sólo les interesa que se sepa el resultado final: “quien se enfrenta a nosotros sucumbe y sólo traerá la desgracia para él y los suyos”. Por el contrario, la experiencia de los pueblos es un instrumento básico e imprescindible para identificar las causas de la opresión, del dolor, de la guerra, de la dominación. Un pueblo que guarde memoria histórica es un pueblo dueño de su destino. Y eso es algo que algunos consideran necesario impedir y tienen los recursos sociales, políticos y económicos para lograrlo. Basta con aniquilar los símbolos, el lenguaje, vaciar la educación y la vida colectiva de cualquier reseña hacia el pasado de este país para lograrlo.    
Buena parte de culpa en la pérdida de memoria histórica la tiene nuestra inmodélica transición política que siguió a la muerte del dictador. Como consecuencia del enorme dominio que la clase conservadora tuvo en el proceso de transición en España y de las concesiones de la izquierda en aquel proceso, han existido dos versiones muy generalizadas de lo que fue y significó el golpe militar de 1936, la dictadura que instauró y la transición a la democracia. La primera considera que el alzamiento y la dictadura fueron necesarios para restablecer el orden y corregir la situación intolerable creada por la República. Esta versión puede llegar a aceptar que la represión, en ocasiones, fue excesivamente fuerte y que el periodo dictatorial fue, quizás, demasiado largo, circunstancias éstas que no invalidan lo positivo que fue para España la existencia de este golpe militar y su régimen. Esta postura está ampliamente extendida por entre la cúpula del estamento conservador de la sociedad aunque no se nos muestre así en los medios de comunicación, que de una u otra forma controlan, y se expresa resistiéndose a condenar el régimen franquista y oponiéndose a la retirada de monumentos al dictador u otras figuras relevantes de aquel régimen , así como homenajeando a sus protagonistas intelectuales, políticos y religiosos.     La otra versión, muy extendida en círculos que se autodefinen como centristas, es la que considera que el conflicto de 1936-39 fue una Guerra Civil entre dos Españas, una Nacional y otra Republicana, en la que los dos bandos cometieron atrocidades y que es mejor olvidar. Se considera que con la Constitución de 1978 desaparecieron las dos Españas y que los vencidos en aquella guerra han sido maltratados y deben ser reconocidos y homenajeados de la misma forma que los vencedores lo fueron.   
Ambas versiones, sin embargo, obedecen a sus intereses de clase y responden al enorme poder de las fuerzas conservadoras en España."        *** CONTINUA EN ***








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